EL BAILE DE MÁSCARAS Y TORRIJAS

EL BAILE DE MÁSCARAS Y TORRIJAS       
            Todo comenzó una tarde de martes. Martes de Carnaval. Hacía frío en la calle pero las máscaras y el olor a chocolate caliente animó a la gente del pueblo a salir de sus hogares. Hoy se celebra el tradicional baile de máscaras antes de entrar en los tristes días de la cuaresma, así que nadie podía faltar a la cita.
El ambiente en la plaza empezó a animarse, y los coloridos disfraces lucían de manera espectacular.
Poco a poco la plaza se vistió de máscaras y éstas se hicieron dueñas de una tarde mágica y especial para todo el pueblo.
Y allí estaba yo, con mi disfraz de pitufo, escondiéndome tras mi máscara y buscando a … Ibai.
Era complicado encontrar a alguien conocido. Nada era lo que parecía. El que vestía de carnicero realmente era el panadero y el que vestía de rey era mi amigo el mendigo.
-        ¿Cómo encontraré a Ibai entre tanta máscara? - pregunté a mi amigo el mendigo, ahora el rey.
-        Tendremos que pensar algo para encontrarle. Hoy es el día perfecto, las máscaras hacen que nuestros miedos se queden en casa.
Dimos una vuelta por la plaza y aprovechamos a tomar un chocolate caliente, las manos no llevaban máscara y venía bien calentarlas un poco durante la búsqueda.
El reloj de la plaza dio las siete y los acordes de la primera canción comenzaron a sonar. Era el momento, todo el pueblo buscó a su pareja dejándose llevar por su instinto y los primeros pasos de baile hicieron acto de presencia.
El rey y yo seguíamos buscando entre la gente, pero sin éxito. Hasta que de pronto me acordé de algo:
-        Ya lo tengo, ya sé cómo voy a encontrar a Ibai.
-        Pues empieza a hablar porque yo estoy agotado de tanto buscar, y además se me van los pies solos al son de la música ….
-        Je, je... sí ya lo sé. Tranquilo que lo que se me ha ocurrido no va a fallar.
Le conté la idea a mi amigo y fuimos corriendo a mi casa. Entramos en la cocina y nos pusimos a trabajar.
-        Tenemos que conseguir hacer las torrijas más ricas que jamás haya probado nadie. Con éste manjar estoy segura que Ibai aparecerá de entre las máscaras.
-        Bien – dijo el rey mientras se remangaba sus reales ropajes – necesitamos pan del día anterior, huevos, leche, azúcar y el toque especial de la canela.
Buscamos todos los ingredientes y sin parar ni un segundo conseguimos nuestro objetivo. Miramos al reloj y … eran las 8:30 !!!
-        Corre pitufo, hay que darse prisa para llegar a la plaza. A las 9 en punto termina el baile y estoy seguro que después de probar éstas exquisitas torrijas, Ibai te concederá un baile gustosamente.
Me hizo reír su comentario, y mientras llenaba la cesta de torrijas imaginaba el momento que tan bien había descrito mi amigo.
Llegamos al baile sofocados con tanto ajetreo. Me coloqué en medio de la plaza y abrí la tapa de la cesta de torrijas. El olor de la canela empezó a mezclarse con las notas musicales y junto con el aroma del chocolate caliente formó un ambiente cálido y sensual.
Pronto comenzaron a llegar hacia mi los primeros curiosos. Yo miraba fijamente a las máscaras que llevaban pero ninguna de ellas la llevaba Ibai.
Entre la gente, vi llegar a alguien vestido de hippie. Con la mirada al frente, venía sin duda atraído por ése rico olor de las torrijas. Al llegar junto a la cesta cogió una torrija, la probó y se quedó ahí, sin decir nada.
La música continúo y la gente se dispuso a seguir bailando. Había que agotar hasta los últimos segundos del baile y según el reloj de la plaza ya quedaba poco para el final de la fiesta.
-        Hola – le dije al hippie, animada por la mirada de mi amigo el rey - ¿Te han gustado las torrijas?
-        ¿Gustarme? - contestó sorprendido el hippie – Son las mejores torrijas que he probado.
-        Sabía que te gustarían.
-        Por cierto, ¿Cómo te llamas?
-        Elena, ¿Y tú? - ¡Que miedo me daba hacer ésta pregunta! Pero hoy tenía ventaja. Estaba roja como un tomate solo que el color azul de mi máscara me hizo ser valiente.
-        Ibai
Supongo que no hace falta decir que la última canción del baile de máscaras fue nuestra. Por fin me había atrevido a hablar a Ibai. Sabía que las torrijas no iban a fallar.
Cuenta una leyenda, que si buscas a alguien especial en el baile de máscaras durante largo tiempo sin éxito, no hay que desesperar: el olor de la canela de torrijas recién echas  pronto llegará hasta su olfato y atraído por el aroma se acercará a ti, te hablará y compartirá contigo un baile mágico y especial contagiado por la alegría de la música del momento y olvidándose de la vergüenza con la que día a día convivimos.


Si tú también estás buscando a alguien especial, ya sabes: ponte una máscara, lleva contigo una cesta de torrijas recién echas y cuando lo creas oportuno abre la tapa de la cesta y … deja que el ambiente se envuelva con su aroma.

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